Siempre me intrigó la idea de crear una escultura de cantera que rompiera los moldes tradicionales, y finalmente me atreví a realizar un proyecto que, al principio, parecía imposible: un cienpiés. Para muchos, este animal puede ser considerado horroroso, incluso inquietante, pero yo decidí verlo desde otra perspectiva.
La complejidad de su anatomía, con decenas de patas y un cuerpo segmentado, representaba un desafío monumental al trabajar con la dureza y firmeza de la cantera. Este material, noble y resistente, requería precisión absoluta para plasmar cada detalle sin perder la esencia del cienpiés. Admito que tuve dudas; adaptar una forma tan inusual a la piedra parecía irrealizable. Sin embargo, mi curiosidad y pasión por el arte superaron el temor.
El resultado fue más que una escultura: es una pieza representativa que transforma lo aparentemente grotesco en algo bello. Al observarla, uno puede ver la vida en cada segmento, la fuerza en cada curva y la simetría en sus múltiples patas. Esta obra no solo desafía los prejuicios hacia un animal poco querido, sino que también invita a replantear cómo percibimos la belleza en lo inusual.
El arte en cantera tiene el poder de inmortalizar ideas y emociones. Esta pieza es un recordatorio de que lo que a simple vista parece aterrador puede convertirse en una obra representativa y única, digna de admiración.
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