Tuércele el cuello al cisne
Enrique González Martínez (México, 1873-1952), discípulo de Rubén Darío, emprende la tarea de revisión de su estética. Este poema se cita como un punto de partida en ese cambio de rumbo de la poesía hispanoamericana que se concreta en una estética más interiorista y menos musical que la de los representantes del modernismo.
Tuércele el cuello al cisne de engañoso plumaje
que da su nota blanca al azul de la fuente;
él pasea su gracia no más, pero no siente
el alma de las cosas ni el olor del paisaje.Huye de toda forma y de todo lenguaje
que no vayan acordes con el ritmo latente
de la vida profunda… y adora intensamente
la vida, y que la vida comprenda tu homenaje.Mira el sapiente búho cómo tiende las alas
desde el Olimpo, deja el ragazo de Palas
y posa en aquel árbol el vuelo taciturno…Él no tiene la gracia del cisne, más su inquieta
pupila que se clava en la sombra, interpreta
el misterioso libro del silencio nocturno.(Tomado de Díaz-Plaja, Guillermo, Literatura Hispanoamericana, Madrid, Editorial Magisterio Español, col. Novelas y Cuentos, Madrid, 1979, pág. 290.)